Las 2351 horas marcaba el reloj de su ordenador. El celular mudo, el teléfono de su casa ocupado. En su vida no había nada ni mucho menos, nadie que la acompañara. Soledad era su nombre. Soledad era su fachada.
¿Qué se puede hacer en una noche de sábado lluviosa como ésta? -pensó-. Claro, no queda más que hacer un post -se respondió-.
¿De qué podré hablar? Claro, de la soledad. Para empezar, habría que definir un poco qué es soledad, se planteó. Acto seguido, introdujo en el buscador la palabra punzante que día a día, hora tras hora, la acompañaba, la atosigaba, la cubría casi como una segunda piel.
Soledad:
1. Carencia voluntaria o involuntaria de compañía.
2. Lugar desierto, o tierra no habitada.
3. Pesar y melancolía que se sienten por la ausencia, muerte o pérdida de alguien o de algo.
4. Tonada andaluza de carácter melancólico, en compás de tres por ocho.
Entonces, luego de hallar dichas definiciones, pensó:
No es que carezca voluntaria o involuntariamente de compañía sino que... Soy una bailarina que se goza bailando consigo misma.
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