Se cuenta que de recién nacido, pasó toda una noche bajo su luz. De ahí que le tenga tanta devoción. De pequeño, gustaba salir al jardín de su casa y echarse al pasto húmedo con la frente al cielo. Gustaba de contemplarla, se emborrachaba de su blancura, de sus historias, de su tranquilidad, de su luz, de su paz. Sus papás comentaban:
'...Este hijo, es menos nuestro y tan hijo de la Luna...'
Ya entrado en su juventud, esa devoción a la Luna seguía arraigada. Fue ella quien la trajo a su vida. Una noche, echado en el jardín de la casa de sus padres, la vio. Parecía salida del más impío de sus sueños. Su blanco vestido de gasa, dejaba ver a través de él, dejaba al descubierto sus curvas, sus caderas. Su caminar altivo, su larga y negra melena, daban un aire inmaculado a tan femenina estampa.
La miró y dejó de respirar. Se iba acercando a él cada vez más. Él respondía, al menos eso indicaba su inquieta entrepierna. En un intento de esconderla, mira con reclamo a ella justo cuando aquella fémina visión, pasa a su lado y, con una sonrisa socarrona, le lanza un:
Buenas noches vecino. Quizás no sea propio que esté usted solo en el jardín... Al menos no así!
No supo qué decir. Se paralizó por completo mientras que ella, se alejaba como la visión que era.
Hijo, es tarde. ¿Te quedas a dormir?
No madre, debo salir ya.
Pero hijo, ¿estás bien?
Si madre sólo que una joven me puso de malas.
Ah! Seguro fue Antonia. Es tan linda la muchacha. A veces viene y nos ayuda a tu padre y a mi. Deja voy a buscarla y te la presento.
No madre, no es necesario. Es tarde y todos debemos descansar.
De camino y acompañado a su fiel compañera, sólo podía pensar en aquella hermosa visión. En aquellas caderas que eran acariciadas por una fina gasa, por esa melena tan negra como la noche. En esa piel tersa, lozana, fresca. En esos senos generosos, dispuestos a entregarse.
Antonia, te llamas Antonia.
Nunca había deseado tanto llegara el fin de semana como en esa ocasión. Nunca antes había deseado tanto que su madre le arreglara otra cita para que encontrara el amor. Nunca antes había rogado a la luz de su inseparable Luna, que su madre se las ingeniara para que Antonia, estuviera sentada a la mesa ese domingo.
Madre, he llegado. ¿Dónde está el florero?
Hijo, pasa, estamos en la cocina.
Estamos? Dijo estamos! Quiere decir que está aquí!
Si madre, enseguida!
Apresuró el paso, llegó con el florero y las flores en mano y...
Pero qué bellas hijo, gracias. Adelante, adelante. Mira, ella es Antonia.
Mu... Mucho gusto Señorita.
Ella entre risas y miradas cómplices, extendió su mano y dijo:
Si, ya lo he conocido. Hace una semana me pareció verlo en su jardín recostado.
No pudo evitar sonrojarse. Recordó la emoción traducida en una fuerte erección y, se repitió.
Las horas pasaron. Quería evitar la despedida. No quería dejar de verla. Su sonrisa inundaba la pálida cocina. Su olor había impregnado el ambiente. Su piel la hacía tan frágil y esas caderas la hacían tan hembra que... No quería dejar de apreciar ese espectáculo llamado Antonia.
Hijo, es tarde y Antonia se tiene que retirar. ¿No me quieres hacer favor de llevarla a su casa?
Cla... Claro madre, ahora vuelvo.
Justo lo que había esperado. El momento ideal, estar solos. Pensó mil y tres mil veces lo que diría, lo que omitiría. Pensó en besar su mano al despedirla, en atrapar su olor para dormir en ella.
La he pasado muy bien este día. Había olvidado lo bien que se está en familia. Tus padres son encantadores.
Gracias, mi madre es una excelente anfitriona.
Si, es una gran señora. Me recuerda mucho a la mía. Por eso te la robo de vez en vez.
No hay problema, a ella le agradas y por cierto, gracias por ayudarles de vez en vez. Se me complica venir, el trabajo, ya sabes.
No hay de qué. Llegamos.
Pues bueno, muchas gracias por ayudarles y...
Vamos, no me vas a besar?
¿Que no qué?
Anda, he visto que hoy también has respondido al verme. ¿No te da curiosidad saber a qué saben mis besos?
Este...
Anda, que si no lo haces tú lo tendré que hacer...
No supo cómo, cuando se dio cuenta, la había callado con un urgido beso. Recorrió cada espacio de su boca, se aferró a sus labios con locura, se ayudó de sus manos para afianzar sus caderas. La atrajo a su cuerpo mientras que ella solamente respondía.
Una frenética carrera era lo que hacían las manos de ella en su cuerpo mientras que él, apenas y podía respirar, no dejaba de besarla, de halarla hacia él para sentirla, para sentir esos senos palpitar, para sentir esas caderas.
¿Quieres pasar?
Sin dudarlo, lo condujo al jardín privado y, cuando ella se disponía a sentarlo en el camastro, la haló y cayeron en él. Para eso las manos de él recorrían las piernas de Antonia mientras que ella, besaba sus orejas y masajeaba su entrepierna.
De a poco, la fue despojando de su vestido. Se fue deshaciendo de esa gasa rosada que medianamente cubría su silueta. Fue sintiendo cada centímetro de ella reaccionar a sus caricias. Veía cómo se arqueaba ante ciertos toques. Sentía cómo dilataba ante cada beso, ante cada caricia, ante cada centímetro de sus cuerpos expuestos desnudos a su amada Luna.
Hazme tuya. Anda, aquí, con ella de testigo.
No lo pensó más. Realmente poco faltaba para ello. La fue bajando de él para ponerla contra el camastro. Desvistió sus hombros, besó su cuello, acariciaba su vientre, rozaba su húmedo sexo. Ella cerraba más sus ojos, cogió su mano para guiarlo mejor. Mordía sus labios ante cada intenso toque. Él deseaba besarla. Ella reacción, lo haló y le besó. Entre besos le susurró:
Entra, piérdete en mi.
Eso justo hizo, se perdió en ella. De un golpe entró. Ella se estremeció. Mordió su labio ante tal calor. Él, quiso ser delicado mientras que ella, exigía fuerza, exigía ser tomada con entereza. Entreabría sus ojos, se mordía los labios, se estremecía ante tanto placer. La luna la erotizaba de tal manera que, él apenas y podía entender lo que sucedía.
Anda, no temas, piérdete en mis senos, fúndete conmigo.
Justo eso hizo. Tal parece que dijo las palabras mágicas para que ese animal despertara y fuera ése, quien sometiera a tal diosa del sexo. Sin pensarlo se prendió de sus senos, los mordía con rudeza mientras que la penetraba con mayor fuerza. Ella sólo gemía y asentía sus movimientos.
Cada vez se mojaban mojaban más, sudaban más, se entendían más, se sentían más, se buscaban más, se necesitaban más y, cuando llegaba el final, ella reclamó su lugar y, como buena hembra, se dio a la tarea de guiarlo, de llevarlo a su ritmo, a su paso.
Con fuerza lo sometió, ayudándose de las manos de él para ello, logró afianzarse de su sexo, con torpes movimientos, lo atrajo hacia sus senos, con respirar acelerado y voz entrecortada, fue erguiéndose mientras que él, no podía más y...
Aaaaaahhhhh..............
Al unísono se encontraron. Se recostó en él y se abrazaron.
Se cuenta que desde esa noche la Luna los acompaña, desde esa noche Antonia, la Luna y él, desahogan las más urgidas y bajas pasiones carnales.
Fantástico, como siempre.
ResponderEliminarMe envuelve y me siento Antonia, en Veracruz, cobijada por la luna y arrullada por el mar...
La luna siempre inspira las pasiones más puras :D
ResponderEliminar¡Gracias por el relato sist!
Gracias a ustedes por sentirlo!
ResponderEliminarAbrazo a ambas!