Pocas veces, me he dejado ver tanto como ahora. Y no, no es reclamo ni mucho menos, presunción. Digamos que es... Simplemente Amor.
Y es que esto del Amor me ha pegado con tubo. No es que esté comparando, para nada. Más bien, tengo los ojos -pero más el corazón- tan abiertos que puedo darme cuenta que aquella vez que pensé que era Amor, no lo era.
Traigo tan impregnado tu olor en la piel, tus besos en mi ser, tu aliento en mi melena, tus manos en mis caderas que... Cuesta tanto pero TANTO, pasar las horas sin tenerte a mi lado.
Contigo todo ha cobrado un total y distinto sentido. Desde el café de la mañana, hasta los asaltos al refri de las madrugadas. Porque, Querido Mío, en la madrugada cuando nos hacemos uno en el otro, son inevitables.
No me culpes sí de repente no te veo a los ojos, quizás lo haga para evitarte me veas entristecer cuando llega la hora de decirte te veo pronto. Tampoco me culpes sí una madrugada cualquiera me asaltan las ganas de hacerte mío mientras duermes. Mucho menos, sí una mañana cualquiera decido no dejarte ir.
Es que mira, a este corazoncito, le faltan tus latidos para seguir. A estos sueños, le faltan los tuyos para existir. A estas manos, le faltan tu cuerpo para sentir. A estos ojos, le faltan los tuyos para seguir. A esta risa, le falta la tuya para reír. A este Amor, le falta el tuyo para vivir.
Te Amo.
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