Hablar de redención sin duda, conlleva a armarse un panorama dogmático. Irremediablemente, visualizas a tu Ser Superior.
Pues bien, no he visualizado a mi Ser Superior, no al menos desde esta mañana que me miré al espejo luego de bañarme. No, no estoy siendo soberbia. Les recuerdo que estamos hechos a imagen y semejanza de él y pues, luego entonces, yo soy él en acción.
Les decía que este breve intento de ‘Redención’, no se trata para nada de dogmas aunque sí de liberación. Siendo literalmente estrictos, la redención es liberación, ya sea de dolor o de una pésima situación. También implica recuperar lo perdido, ya sea mediante el pago de un rescate o bien, comprarlo nuevamente.
Hoy para mi, la redención tiene mucho que ver con liberación. Liberar la mente para que el alma converja al punto de origen, converja a la paz y tranquilidad que desde hace un tiempo he dejado olvidada en algún lugar.
Liberar los miedos para poder vivir sin ellos. Si, eso de que los miedos son el tope es tan pinche cierto que… Miedo te daría reconocerlo y ponerle remedio.
Liberar los fantasmas de la mente que no te dejan ver más allá de lo que es. Aquellos que nublan tu visión, opacan tus ideas y oscurecen tu corazón. Fantasmas que hacen pierdas de vista lo maravilloso de tu presente hoy.
Liberar las dudas que nacen en la mente y se anidan en el alma. Las dudas que te hacen torpe, ciego, hostil. Las dudas que con saña dañan y manchan lo que por ti aguarda.
Liberar la mente del dolor. El dolor que tiene su inicio en el alma. Depurar cualquier emoción para que no intoxique tu alma ni dañe tu físico. Llorar para lavar las penas, para limpiar el alma. Golpear almohadas para desfogar enojos y apaciguar miradas.
Liberar el cuerpo del dolor. El dolor del alma que no ha sido depurado, invariablemente causará estragos en el físico. Accidentes, resfriados, cánceres. Enfermedades autoinmunes, nerviosas y otras tantas más. Hoy elijo vivir en un cuerpo con mente y alma sanos. Hoy elijo liberarlo del dolor.
Liberar el sufrimiento ese que nos enseñaron se debe guardar en el alma. Buscarlo en lo más profundo de mi, incluso aquél que me ha marcado desde que nací. Liberar todo sufrir para dar paso al gozo, a vivir.
Liberar las amarguras que a causa del sufrimiento, me han hecho más humana, tolerante, sensata y menos confiada.
Liberar las pasiones que mi alma resguarda. Vivirlas con plenitud y sin cautela. Entregarme abiertamente a lo que mi alma quiera. Sentir la brisa del mar y redescubrirla de mil maneras. Confiar, dar, entregar, prestar, estar, comprender, dialogar, conciliar, perdonar, querer, soñar, vivir, gozar, reír, correr, bailar, cantar… Amar.
Hoy, me redimo ante mi misma para renacer, para entregarme a una vida que me corresponde, para entregarme sin tapujos ni culpas a una felicidad que golpea con fiereza y me llena de grandeza.
Soy la redentora de mi vida, mi dicha.
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